Había una vez hace muchos… muchos años una mujer malvada que presumía de saber educar, aunque a pocos educaba porque era más bien vaga y en ninguna cosa trabajaba, pero como tenía dinero tampoco lo necesitaba.
También había un granjero que tenía cuatro hijas, esta era una familia humilde que de sol a sol trabajaba, sacaban con mucho esfuerzo un poquito de dinero. Aquel granjero con esas poquitas monedas que sacaba compraba a sus hijas libros para que estudiaran.
Un día aquella mujer malvada paseando dio con la casa del granjero y observó cómo allí todos en sus tareas muy alegres se afanaban, le pareció que no les costaba esfuerzo y que si ella tuviese a una de aquellas muchachas su casa estaría más engalanada.
Así que sin pensárselo mucho fue a hablar con el granjero y proponerle un trato con un saco de dinero.
- ¡Buen hombre!, le dijo desde el camino viendo como agachado aquella pequeña tierra el doblegado cuidaba
- Dígame buena señora, le contestó educadamente
- ¿Todas estas muchachas son sus hijas?
- ¡Todas señora… todas!
- Me gustaría proponerle un contrato
- ¡Usted me dirá!
- Tengo un pequeño saco de dinero, que gustosa pagaré si accede a dejar que una de sus laboriosas hijas sea mi doncella
- Es un precio muy pequeño por uno de mis hermosos tesoros
- Le daré la misma saca cada mes por su trabajo
El granjero llamó a sus hijas y les contó lo que sucedía, la más buena de todas por el bien de la familia a aquel propósito se ofreció
- Padre deme a mí su permiso, mis hermanas harán la parte que yo hago encantadas, y con las monedas que yo saque podremos comprar más libros y estudiar más y mejor
El padre no lo tenía muy claro pero sus cuatro hijas le rogaron que accediera, que era un pequeño sacrificio para aquello que ellas tanto querían, que no era otra cosa que ampliar su conocimiento adquiriendo libros con mucha más información.
Este fue el motivo por el cual aquel granjero accedió a que una de sus hijas se fuera como doncella con aquella dama.
Aquella mujer la hacía trabajar y trabajar, no dejando ningún tiempo para que pudiera estudiar, la muchacha se afanaba sin protestar y esperanzada, pensado en sus hermanas y en el bien que aquello les daba.
Pero cuando llegaba la noche estando ya en su alcoba, antes de dormir leía para no olvidar y soñar.
Una noche ya muy tarde aquella mujer malvada no conciliaba el sueño, en medio de aquel desvelo se levantó a pedirla agua, al llegar a su cuarto vio con estupor como su doncella entre libros disfrutaba en lugar de descansar.
Como presumía de lo que presumía que era de saber educar y estaba tan disgustada, a su doncella la castigó para darle un escarmiento
- Si no quieres dormir es que no estás cansada de trabajar, a partir de esta noche cuando termines tus tareas cantarás y bailarás, así si yo me desvelo al menos me entretendrás.
Aquella muchacha se acordaba de sus hermanas y del bien que su sacrificio las aportaba, buscó mil escaramuzas para seguir con sus libros, cuando llegaba la noche lo que había leído entre pucheros y las coladas ella alegre cantaba, hasta que aquella mujer se dormía debido al cansancio.
Una noche un hombre que viajaba cansado pidió posada, antes de llamar a la puerta vio por las ventanas aquel prodigio tan tarde y de madrugada.
Viendo aquel portento hizo un pacto con la mujer malvada.
- Encantadora dama le doy este cofre lleno de monedas por su doncella
Le dijo pensando que era muy poco por liberar a tan dulce, hermosa, laboriosa e instruida dama.
La mujer malvada no se lo pensó dos veces vio que aquel cofre tenía más dinero del que por la muchacha había dado, y que sin duda en el pueblo podría obtener otra doncella que fuera menos rebelde.
- ¡Llévesela… llévesela! No consigo educarla, es joven rebelde y orgullosa, no sabe que es pobre y aunque estudie no llegará a ser nada.
La muchacha se fue con aquel hombre a enseñar a otras jovencitas, aquel caballero por otra parte mandó rigurosamente todos los meses un cofre de igual dinero a su padre el granjero. De lado a lado de se conocía que las familias más ricas de la comarca admiraban su saber y su compostura, con el tiempo fue una honrada profesora.
Ella a sus alumnos siempre les decía… “El saber no ocupa lugar y hagas lo que hagas nunca dejes de estudiar”
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